jueves, 24 de mayo de 2012

Corrido de la monja (que no lo quería ser). Romances en tono menor. De El Negro del Puerto a El Falo. Documentación.


01 El Negro de El Puerto - Corrido de las monjas.

Romance en tono menor: 
Mim-Si7  con la cejilla al 8 (Do).

Escala del cante: 
Si, Do,(Do#) Re#, Mi, Fa#, Sol#, La
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02 Versión de Rafael Jiménez "El Falo", con la cejilla al 8 (Do).
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Mi madre me metió a monja 
por reservarse mi dote.
Me cogieron entre cuatro,
me metieron en un coche, 

me pasearon por pueblos 
y a una y a dos a dos
me iba yo despidiendo
de las amigas que tengo.


Me pararon en la puerta,
y me metieron para dentro, 
me quitaron gargantilla, 
las alhajas de mi cuerpo, 





pero yo no siento más 
que me cortaron el pelo 
y en una fuente de oro 
a mi padre se lo dieron. 


 Me vistieron de picote
y en voz alta gritan todas: 

¡Pobre inocente!






"Sin duda, la versión cantada por El Negro en El Puerto de Santa María, recolectada y publicada por Luis Suárez en 1971, es la versión del "Romance de la Monja" más original de todas las que hemos podido manejar. No es extraño. Los gitanos andaluces conservan–desgraciadamente cada dia menos– un romancero especialísimo dentro de la región. 

En un disco grabado por gitanas en este enclave gaditano aparecen ternas pertenecientes al ciclo del Cid, a los Doce Pares de Francia y a Bernardo del Carpio. Como es sabido, en Andalucía han desaparecido los romances épico-históricos antiguos; entre los "payos" andaluces no se conserva ni un solo tema perteneciente a estos ciclos. 

Ya en 1916 el gran estudioso del romancero, Manuel Manrique de Lara, se sorprendía en Sevilla del repertorio romancístico de un informante excepcional: el gitano Juan José Niño, oriundo de El Puerto de Santa María, que llegó a cantarle temas de una gran rareza en la tradición oral moderna, "El ciervo de pie blanco" entre otros:


El rey tenía tres hijos,
todos tres los maldecía:
uno se le volvió perro, 
que en cadenas lo tenía;
otro se le volvió moro, 

moro de la morería,
y el otro se volvió ciervo, 

ciervo que al monte se iría.


Desgraciadamente mis intentos por conectar con gitanos que pudieran seguir manteniendo vivos algunos de estos temas excepcionales han sido inútiles. Logré entrevistar a El Negro pero los años y el alcohol han abotargado por cornpleto su memoria. Sólo pudo cantar –de forma impresionante con aire de petenera– este romance de la monja que aprendió de su padre, gitano también, en Paterna.

Volviendo al estudio de las variantes del romance, la versión del gitano del Puerto arranca con un principio único, que yo sepa, en la tradición:


Mi padre me metió monja    por reservarme mi dote

Aquí no se trata del tradicional motivo de los amores contrariados, el tercia se desplaza hacia algo más prosaico pero asimismo de gran implantación en toda la litera tura: el interés económico.

En la segunda secuencia, el paseo de la joven y su encuentro con las monjas, no hay muchas variantes entre las versiones manejadas. El paseo tiene lugar una tarde de verano y el convento aparece también en todos los casos al revolver de una esquina, tal como leemos en la nuestra:

Una tarde de verano                             me sacaron de paseo,
al revolver de unaesquina                    estaba el convento abierto.

el Negro añade unos versos, bastante extendidos en la província de Cádiz, en los que la niña se despide de sus amistades:

Me sacaron a la puerta,        me metieron en un coche,
me pasearon por pueblos,     y a una y a dos a dos
me iba yo despidiendo          de las amigas que tengo.

El encuentro de las monjas con la niña también se actualiza en toda la tradición con versos muy estables:

Salieron todas las monjas,             todas vestidas de negro,
me cogieron de la mano                 y me metieron adentro.
                                                      
                                                    (E. Martínez Torner, 1966, pag. 187)

Algunos textos añaden un verso más en esta escena que hace aumentar la angustia de la niña al contrastar su vitalidad con el ambiente fúnebre del cortejo:

Salieron todas las monjas,             todas vestidas de negro,
con su velita en la mano,               que parecía un entierro.
Me agarraron de la mano              y allí me metieron dentro.

El centro dramático del relato lo constituye, sin duda, El ritual de la purificación, la escena en que las monjas despojan a la niña de sus adornos y su pelo como señal de despedida del mundo:

 Me empezaron a quitar              los adornos de mi cuerpo,
pulseritas de mis manos,             anillitos de mis dedos,
pendientes de mis orejas,            gargantillas de mi cuello,
mi mantillita de raso,                  mi jubón de terciopelo.
Lo que más sentía yo                   eran las trenzas del pelo...   

 En la versión de El Negro el pelo lo mandan en un objeto de mayores ecos románticos:

y en una fuente de oro                 a mi padre se lo dieron 

En las diferentes versiones la niña se mantiene rebelde contra su destino hasta la conclusión del romance por eso podemos afirmar que el Negro acaba su versión con unos versos que son ajenos al resto de la tradición:

Me quitaron las ropitas,              me vistieron de picote
y en alta voz gritan todas:            -¡Pobre inocente!





La versión para cantar definitiva quedaría con los añadidos de las otras versiones que mejoran la memoria de las grabaciones y ciertos detalles dramáticos:



Mi padre me metió monja             por reservarse mi dote
me cogieron entre cuatro,              me metieron en un coche,
me pasearon por pueblos,              y a una y a dos a dos
me iba yo despidiendo                    de las amigas que tengo.

Cuando pararon a la puerta         abrieron las del convento,
iban saliendo las monjas,               todas vestidas de negro,
con su velita en la mano,               que parecía mi entierro.
Me agarraron de la mano             y allí me metieron dentro.

Me empezaron a quitar                   los adornos de mi cuerpo,
pulseritas de mis manos,                 anillitos de mis dedos,
pendientes de mis orejas,                gargantillas de mi cuello,
mi mantillita de raso,                      mi jubón de terciopelo.

Me quitaron las ropitas,                 me vistieron de picote
y en alta voz gritan todas:               -¡Pobre inocente!
Lo que más sentía yo                       eran las trenzas del pelo
y en una fuente de oro                     a mi padre se lo dieron.





ole

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