martes, 13 de marzo de 2012

Romance de Zaide. Documentación.


















































El romance de Zaide —como ha demostrado don Manuel Alvar— 
 fue compuesto por Lope de Vega.
He aquí, para empezar, la versión del cantaor El Chozas de Jerez de dicho romance que es muy popular en la serranía de Ronda.



Juan José Vargas Vargas «El Chozas», aunque, natural de Jerez de la Frontera,  aprendió este romance —según Suárez Avila— «de un gitano del Puerto, que estaba preso en 1924, cuando él, como soldado, hacía guardia en el famoso penal portense».

 Junto a esta versión, Luis Suárez ha recogido la de Dolores Suárez La 0 «La del Cepillo» (El Puerto de Santa María, 1968), la de Miguel Niño Rodríguez «El Bengala» (Triana, 1973) y la de Jerónima Jiménez Herrera «Jeroma la del Planchero» (El Puerto de Santa María, 1981). Esta última versión procedería de José Morón «Moroncillo» (n. El Puerto de Santa María, 1870).
En el trabajo citado de Suárez Ávila se encuentra abundante material sobre otros muchos romances. A él remito al lector interesado.

SUÁREZ ÁVILA, Luis. “Poética y tradición de los romances de los gitanos
andaluces: “El Lebrijano”, un caso de fragmentismo y contaminación
romancística”. Culturas Populares. Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006) http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/suarezavila.pdf


1. La versión del cantaor El Chozas de Jerez 
del Romance de Zaide. 

(Como se ve en la partitura el romance se canta en tono menor)

Por el castillo de Luna
qué galante se paseaba Zaide,
aguardando que saliera
que Celinda al balcón a hablarle.

Y sale Celinda al balcón
más bellita que cuando sale
que la lunita en la oscura noche
que huyendo de sus tempestades.

Y ya yo lo sé que tú eres valiente
y que descendías tú de buen linaje,
que has mataíto más cristianos
que gotitas de sangre vales.
 A mí me han dicho de que tú te casas
y que tú tratabas a mí de olvidarme
y con un moro feo y turco
que del reinaíto de tu padre.

Por los llanitos de Granada
qué galante paseaba Zaide
y se ha encontraíto en batalla
con aquel moro feo y turco
del reinaíto de su padre.

Y sale Celinda al balcón
y quien se volviera en valor
que la aventajara en batalla
y a ese moro feo y turco
que la cabecita yo le cortara.

Que ha preguntao el Rey moro
ha preguntao el Rey moro
de quién era ese estandarte
y le ha contestao un serranito
que de uno que no tiene pare.

Dichosa la mare
que tiene que dar
rosas y jazmines
por la madrugá.


2. El Romance original de Zaide de Lope de Vega

I
Gallardo pasea Zaide
puerta y calle de su dama,
que desea en gran manera
ver su imagen y adorarla,


porque se vido sin ella
en una ausencia muy larga,
que desdichas le sacaron
desterrado de Granada,


no por muerte de hombre alguno
ni por traidor a su dama,
mas por dar gusto a enemigos,
si es que en el moro se hallan,


porque es hidalgo en sus cosas,
y tanto que al mundo espantan
sus larguezas, pues por ellas
el moro dejó su patria;


pero a Granada volvió
a pesar de ruin canalla,
porque siendo un moro noble
enemigos nunca faltan.


Alzó la cabeza y vido
a su Zaida a la ventana,
tan bizarra y tan hermosa
que al sol quita su luz clara.


Zaida se huelga de ver
a quien ha entregado el alma,
tan turbada, y tan alegre,
y cuanto alegre turbada,


porque su grande desdicha
le dio nombre de casada,
aunque no por eso piensa
olvidar a quien bien ama.


El moro se regocija,
y con dolor de su alma,
por no tener más lugar,
que el puesto no se le daba,


por ser el moro celoso
de quien es esposa Zaida,
y en gozo, contento y pena
le envió aquestas palabras:


«¡Oh más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada,
mora de los ojos míos,
que otra beldad no te iguala!


Dime, ¿fáltate salud
después que el verme te falta?
Mas según la muestra has dado
amor es el que te falta,


pues mira, diosa cruel
lo que me cuestas del alma,
y cuántas noches dormí
debajo de tus ventanas;


y mira que dos mil veces
recreándome en tus faldas,
decías: «El firme amor
sólo entre los dos se halla»,


pues que por mí no ha quedado,
que cumplo por mi desgracia
lo que prometo una vez,
cúmplelo también, ingrata.


No pido más que te acuerdes,
mira mi humilde demanda,
pues en pensar sólo en ti
me ocupo tarde y mañana?».


Su prolijo razonar
creo el moro no acabara,
si no faltara la lengua
que estaba medio trabada.


La mora tiene la suya
de tal suerte, que no acaba
de acabar de abrir la gloria
al moro con la palabra,


vertiendo de entrambos ojos
perlas con que le aplacaba,
al moro sus quejas tristes
dijo la discreta Zaida:


«Zaide mío, a Alá prometo
de cumplirte la palabra
que es jamás no te olvidar,
pues no olvida quien bien ama;


pero yo no me aseguro
ni estoy de mí confiada,
que suele a cuerpo presente
ser la vigilia doblada,


y más tú que lisonjeas,
que ya lo tienes por gala,
de ser como aquí lo has dicho,
no habiendo en mí bueno nada.


Sé muy bien lo que te debo
y plugiese a Alá quedara
hecho mi cuerpo pedazos
antes que yo me casara,


que no hay rato de contento
en mí, ni un punto se aparta
este mi moro enemigo
de mi lado y de mi cama,


y no me deja salir,
ni asomarme a la ventana,
ni hablar con mis amigas
ni hallarme en fiestas o zambras».


No pudo escuchalla más
el moro, y así se aparta
hechos los ojos dos fuentes
de lágrimas que derrama.


Zaida, no menos que él,
se quita de la ventana,
y aunque apartaron los cuerpos
juntas quedaron las almas.


II

    -Mira, Zaide, que te aviso 
 que no pases por mi calle  110 
 ni hables con mis mujeres, 
 ni con mis cautivos trates,  


 ni preguntes en qué entiendo 
 ni quién viene a visitarme, 
 qué fiestas me dan contento  115 
 o qué colores me aplacen; 
 

basta que son por tu causa 
 las que en el rostro me salen, 
 corrida de haber mirado 
 moro que tan poco sabe.  120 
 

Confieso que eres valiente, 
 que hiendes, rajas y partes 
 y que has muerto más cristianos 
 que tienes gotas de sangre; 
 

que eres gallardo jinete,  125 
 que danzas, cantas y tañes, 
 gentil hombre, bien criado 
 cuanto puede imaginarse; 
 

blanco, rubio por extremo, 
 señalado por linaje,  130 
 el gallo de las bravatas, 
 la nata de los donaires, 
 

y pierdo mucho en perderte 
 y gano mucho en amarte, 
 y que si nacieras mudo  135 
 fuera posible adorarte; 
 

y por este inconveniente 
 determino de dejarte, 
 que eres pródigo de lengua 
 y amargan tus libertades  140 
 

y habrá menester ponerte 
 quien quisiere sustentarte 
 un alcázar en el pecho 
 y en los labios un alcaide. 
 

Mucho pueden con las damas  145 
 los galanes de tus partes, 
 porque los quieren briosos, 
 que rompan y que desgarren; 
 

mas tras esto, Zaide amigo, 
 si algún convite te hacen,  150 
 al plato de [sus] favores 
 quiere[n] que coma[s] y calle[s]. 
 

Costoso fue el que te hice; 
 venturoso fuera[s], Zaide, 
 si conservarme supieras  155 
 como supisme obligarme. 
 

Apenas fuiste salido 
 de los jardines de Tarfe 
 cuando hiciste de la tuya 
 y de mi desdicha alarde.  160 
 

A un morito mal nacido 
 me dicen que le enseñaste 
 la trenza de los cabellos 
 que te puse en el turbante. 
 

No quiero que me la vuelvas  165 
 ni quiero que me la guardes, 
 mas quiero que entiendas, moro, 
 que en mi desgracia la traes. 
 

También me certificaron 
 cómo le desafiaste  170 
 por las verdades que dijo, 
 que nunca fueran verdades. 
 

De mala gana me río; 
 ¡qué donoso disparate! 
 No guardas tú tu secreto  175 
 ¿y quieres que otro le guarde? 
 

No quiero admitir disculpa; 
 otra vez vuelvo a avisarte 
 que ésta será la postrera 
 que me hables y te hable-.  180 
 

Dijo la discreta Zaida 
 a un altivo bencerraje 
 y al despedirle repite: 
 «Quien tal hace, que tal pague». 




III

    -Di, Zaida, ¿de qué me avisas?  185 
 ¿Quieres que muera y me calle? 
 No te fíes de mujeres 
 fundadas en disbarates. 
 

Y si pregunté en qué entiendes 
 y quién viene a visitarte,  190 
 son fiestas de mis tormentos 
 ver qué colores te aplacen. 
 

Dices que son por mi causa 
 las que en el rostro te salen; 
 por la tuya, con mis ojos,  195 
 tengo regada la calle. 
 

Dícesme que estás corrida 
 de [que] Zaide poco sabe; 
 no sé poco, pues que supe 
 conocerte y adorarte.  200 
 

Confiesas que soy valiente, 
 que tengo otras muchas partes; 
 pocas tengo pues no puedo 
 de una mentira vengarme; 
 

mas ha querido mi suerte  205 
 que ya en quererme te canses; 
 no busques inconvenientes, 
 si no que quieres dejarme. 
 

No entendí que eras mujer 
 a quien mentiras le placen,  210 
 mas tales son mis desdichas 
 que en mí lo imposible hacen; 
 

hanme puesto en tal extremo 
 que el bien tengo por ultraje: 
 lóasme para hacerme  215 
 la nata de los galanes; 
 

yo soy quien pierdo en perderte 
 y yo quien gano en amarte 
 y aunque hables en mi ofensa 
 no dexaré de adorarte.  220 
 

Dices que si fuera mudo 
 fuera posible adorarme; 
 si en tu daño no lo he sido, 
 enmudezca en disculparme. 
 

Si te ha ofendido mi vida  225 
 y si gustas de matarme, 
 basta decir que hablo mucho 
 para que el pesar me acabe. 
 

Es mi pecho un fuerte muro 
 de tormentos inmortales  230 
 y mis labios son silencio, 
 que no han menester alcaide. 
 

El hacer plato o banquete 
 es de hombres principales, 
 mas darles de sus favores  235 
 sólo pertenece a infantes. 
 

Zaida cruel, que dijiste 
 que no supe conservarte: 
 mejor te supe obligar 
 que tú supiste pagarme.  240 
 

Mienten las moras y moros 
 y miente el traidor de Zarque 
 que si yo le amenazara 
 bastara para matarle. 
 

A ese perro mal nacido  245 
 a quien [yo] mostré el turbante 
 no fié yo del secreto; 
 en pecho bajo no cabe. 
 

Yo le quitaré la vida 
 y escribiré con su sangre  250 
 lo que tú, Zaida, replicas: 
 «Quien tal hace, que tal pague».   



 

De todo lo expuesto podría concluirse lo siguiente acerca de las características de los romances flamencos:

1. Los romances flamencos tienen de ordinario un carácter fragmentarlo.
2. Es frecuente encontrar en ellos una contaminación de composiciones diversas, lo que les confiere en ocasiones una estructura desordenada y hasta caótica.
3. Esta combinación de varios romances en muchas de las composiciones flamencas de este tipo se refleja en el cambio brusco de rima en el plano formal.
4. Métricamente, tampoco se ajustan rigurosamente —excepto en contadas ocasiones— a la regularidad silábica del octosílabo, como es habitual en éste tipo de composiciones.
5. Sintácticamente presentan incorrecciones como el dequeísmo _(«A mí me han dicho de que tú te casas»), anacolutos, reiteración superflua de nexos de relación, etc.
6. En el plano léxico no resulta infrecuente la aparición de gitanismos como terelar, y la sustitución de ciertos -términos que aparecen en otras versiones por otros más coloquiales (mujer por esposa, etc.).


 Me gustaría concluir este apartado con una nueva referencia a Luis Suárez Avila, autoridad de primer orden en el Romancero flamenco. Asegura el investigador de El Puerto que «los tratadistas del Romance-incluso los más eminentes, quedan sorprendidos de la riqueza y el ,vigor con que estos gitanos conservan este Romancero que no se da en otras áreas del mundo hispánico, ni tan siquiera entre individuos de esta raza afinados en otras provincias andaluzas».

Suárez Ávila después de un concienzudo estudio sobre diversas versiones flamencas de romances y de una referencia a numerosos fragmentos que, desgajados de su contexto romancístico han devenido coplas independientes y han tomado carta de naturaleza flamenca,


—    la música y los textos de los antiguos romances serían adoptados por estos gitanos y transmitidos de padres a hijos.
—    «la progresiva falta de memoria, ha producido una inevitable fuga de versos y de detalles supérfluos y, en algunos casos, versiones fragmentarias muy cortas ( ... ) Creación posterior, apoyada en los modos del Romancero, de una rica poesía narrativa ( ... ) fijación por obra y gracia de varones que gozaron en los núcleos flamencos de venerabilidad y respeto de los caracteres que fueron conformando este fenómeno. Las versiones que ellos cantaron, completas o truncadas, quedaron como modelos dignos de tenerse en cuenta y, así, intocables, siguieron siendo interpretadas por sus continuadores».


3.  0063:3 Mira, Zaide, que te aviso (á-e)   (ficha nº: 1894)


Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Arcadio de Larrea Palacín, entre 1950-1952 publicada en Larrea Palacín 1952b, I, pp. 78-79, T22, M18. Reeditada en IGR-vulgar 1999, pp. 29-30.  058 hemist.  Música registrada.


     Por la calle de su dama    se pasea el moro Zaidi,
  2   aguardando a que sean horas    que se asome para hablarle;
     dio una salida al balcón    más linda que cuando sale
  4   la luna en su oscura noche,    el sol en sus tempestades.
     Llegóse el Zaidi diciendo:    --Bella mora, Dios te guarde;
  6   de las moras sos más linda    que cuantas hay en el valle.
     Dímelo tú, Zaida hermosa,    dímelo tú y no me engañes:
  8   si es verdad lo que han dicho    tus criados a mis pajes.
     Dices que quieres dejarme    porque pretendes casarte
  10   con un moro que ha venido    de las tierras de tu padre;
     con un moro feo y tonto    indigno de un bien muy grande.
  12   Dímelo tú, Zaida hermosa,    dímelo tú, y no me engañes
     porque lo que más se guarda    eso es lo que más se sabe.
  14   --Mira que te encargo, Zaidi,    que no pases por mi calle,
     ni hables con mis criados    ni con mis cautivos trates,
  16   ni preguntes con quién duermo    ni quién viene a vesitarme,
     ni qué fiestas me dan gustos,    ni qué comidas me placen.
  18   La trenza de mi cabello    que te pusi en tu turbante
     no quiero que te la pongas,    ni tampoco que la guardes;
  20   quiero que lo entiendas, Zaidi,    que en tu desgracia lo traes;
     no te faltará otra mora,    hermosa y de galantares
  22   que te quiera y tú la quieras,    pero que tú no la engañes.--
     Cerró la dama el balcón    y al Zaidi dejó en la calle.
  24   --Yo, honrada en mi balcón;    y tú, como perro en la calle.--
     Ya lloraba el moro Zaide    que se quiere arreventare.
  26   Abrió la dama el balcón    y al Zaidi fue a consolarle:
     --No llores tú, Zaidi hermoso;    no te quieras hacer males:
  28   tuya soy, tuya seré,    tuya digo hoy de quedarme.--
     Otro día en la mañana    las ricas bodas se hacen.




4.     0063:4 Mira, Zaide, que te aviso (á-e)            (ficha nº: 1895)
[0032 Las almenas de Toro (é-a)contam.]


Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Manuel Manrique de Lara, 00/00/1915 (Archivo: AMP; Colec.: Manrique de Lara, M.). Publicada en IGER-vulgar 1999, pp. 30-31.  090 hemist.  Música registrada.


     Por las almenas del Toro    se pasea una doncella,
  2   blanca y rubia y colorada,    su cara como una estrella.
     Saliera rey de Granada    con su moro alcaide un día.
  4   Preguntó el rey a su alcaide:    --¿Hija de quién es aquella?,
     si es hija de conde o duque    o del almirante es ella,
  6   y si es hija de algún fidalgo    yo me casaré con ella.
     --Calleis, calleis, mi señor rey,    no digas tan fuerte cosa,
  8   que es namorada del Zaide,    sabiendo lo que valía.
     --Pronto, pronto, mis criados,    arméis pronto una pelea.--
  10   Ahí se alhadró el moro Zaidi,    pronto, pronto habló por ella.
     --Todo el que a esa niña toque    le cortaré la cabeza
  12   y el que no la tocare    le daré de mi moneda.
     Por la calle de su dama    se pasea el moro Zaide,
  14   aguardando que sean horas    que se asome para hablarle,
     vido salir al balcón    más linda que cuando sale
  16   la luna en la escura noche    y el sol en su tempestade.
     Llegóse el Zaidi diciendo:    --Bella mora, Dios te guarde,
  18   de las moras sois tan linda    que cuantas hay en el valle.
     --Mira, el Zaidi, que te aviso,    que no pases por mi calle,
  20   que no hables con mis criados    ni con mis cautivos trates,
     ni preguntes con quien duermo    ni quién viene a visitarme,
  22   ni qué fiestas me dan gustos    ni qué colores me placen,
     sabiendo que es por tu causa    las que en el rostro me salen.
  24   --Dímelo tú, Zaida hermosa,    dímelo y tú no te calles,
     no quieras guardar secreto    lo que tan claro [se] sabe.
  26   --Bien sabrás las pesadumbres    que hay tenido con mi padre
     por aguardarte a deshoras    y tú, Zaidi, vienes tarde,
  28   y por dita d`ucasión    que me querían casarme
     con un moro que ha venido    de las tierras de mi padre.--
  30   Respondió el Zaidi diciendo,    cargado de mil pesares:
     --¡Eso era lo que dijimos    en el balcón la otra tarde!
  32   Dejas a un moro tan bueno,    alto y de alto linaje,
     tomas a un moro tan feo,    bajo y de bajo linaje.
  34   --La trenza de mi cabello    que te puse en el turbante,
     a todos, moros y moras,    mis guedejas (me) enseñastes.
  36   Yo quiero que me la des,    no quiero que me la guardes.--
     Cerró la mora el balcón    y al Zaidi dejó en la calle.
  38   Ya lloraba el moro Zaidi,    que se quiere arreventare.
     Abrió la mora el balcón    y al Zaidi volviera a hablarle.
  40   --No llores, el moro Zaidi,    ni quieras arreventare.
     No te faltará otra mora,    alta y de alto linaje,
  42   que te quiera y tú la quieras,    porque lo mereces, Zaidi.
     --A todo esto, Zaida hermosa,    ha de menester alcaide,
  44   a poner plato y banquete    a unos hombres prencipales.--
     A otro día en la mañana    las ricas bodas se hacen.




5.    0091:2 Por la calle de su dama (á-e)            (ficha nº: 1897)


Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Arcadio de Larrea Palacín, entre 1950-1952 publicada en Larrea Palacín 1952b, I, pp. 76-77, T21, M17. Reeditada en IGR-vulgar 1999, pp. 32-33.  040 hemist.  Música registrada.


     Por las calles de su dama    se pasea el moro Zaidi
  2   aguardando que sean horas    que se asome para hablarle.
     Vióla salir al balcón    más bella que cuando sale
  4   la luna en su oscura noche    y el sol en sus tempestades.
     Llegóse Zaidi diciendo:    --Bella mora, Dios te guarde;
  6   de las moras sos más bella    que cuantas hay en el valle.--
     Moro Zaidi, lo que dijo,    moro Zaidi, lo que hablare.
  8   --Que dicho me habían dicho    que lo intentaban casarte;
                             ni pases por la mi calle,
  10   ni preguntes con quién duermo    ni quién viene a visitarme,
     ni qué fiestas me hacen gala.
  12   La trenza de mi cabello    que tú llevas en el turbante,
     ni quiero que me la dés    ni menos que tú la guardes.--
  14   Cerró la dama el balcón    y al mozo dejó en la calle.
     --Que dicho me habían dicho    que intentaban casarte
  16   con una fea y tonta    de las tierras de tu padre.--
     Como eso oyera el buen Zaidi,    cayó al suelo desmayado.
  18   --No desmayís, caballero,    no desmayís, moro Zaidi.
     Tuya soy, tuya seré;    tuya tengo i que quedare.--
  20   Tocóle mano con mano,    subióle a su briale;
     otro día de mañana    las ricas bodas se hacen.

Nota: Advertencia.



6.                       0091:3 Por la calle de su dama (á-e)            (ficha nº: 1898)


Versión de Tánger (Marruecos).   Recitada por Luna Benáim (80a). Recogida por Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman, 18/09/1962 (Archivo: FLSJ; Colec.: Armistead-Silverman). Publicada en IGR-vulgar 1999, p. 33.  042 hemist.  Música registrada.


     Por los jardines del rey    se pasea una doncella,
  2   blanca y rubia y colorada,    su cara como una estrella.
     Preguntó el rey a los suyos:    --¿Hija de quién es aquella?
  4   --Vuestra sobrina es, mi señor,    vuestra sobrina es aquella.
     --Pronto, pronto, mis criados,    armái una gran pelea.
  6   Por lo que a esa mora mate    le daré de mis haciendas
     y el que no la matare    le cortaré la cabeza.
  8   --No hagáis tal, mi señor rey,    no hagáis tan gran pelea.
     Enamorada es del Zaide,    un hombre que tanto vale.--
  10   Por la calle de su dama    se pasea el moro Zaide
     y esperando que sean horas    que se asome para hablarle.
  12   Piensa que sólo con verla    se apaga el fuego que arde.
     Vióla salir al balcón    más bella que cuando sale.
  14   Se aseguró el Zaide y la dijo:    --Bella mora, Dios te guarde.
     --No sé si te has enterado    del disgusto con mis padres:
  16   Les dije que no te quedes    a deshoras por la calle.
     Tú no me hacías caso    y tú, Zaide, vienes tarde.
  18   El cabello que te di,    me lo mandes con tu paje.
     --El cabello que me diste,    me lo pongo en el torbante.
  20   --Y ahora vete, Zaide,    pa que hables con mis padres.--
     Y otro día a la mañana    las ricas bodas se armaren.

Nota: Advertencia. Atribuida en IGR-vulgar, p. 563, a Luna Bennain, de 75 años. Debe de tratarse de Luna Benáim (80a), de quien los recolectores recogieron otros romances en Tánger ese mismo día [entradas nº 4136, 9077] (¿acaso Luna Bennaim?).

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